Según un estudio de CB Insights, 4 de cada 10 empresas mueren por no saber si tienen potencial. A pesar de lo que muchos creen, esta es la principal razón que impide que una compañía crezca y se desarrolle. No se trata ni del capital ni del equipo, sino del desconocimiento acerca de si un proyecto tendrá un mercado que lo compre y esté dispuesto a pagar por ello.
El primer paso para hacerlo es pensar en la propuesta de valor: un producto o un servicio que resuelva una necesidad de la vida cotidiana. Para ello, es necesario estar bien informado de lo que hay en el mercado, qué diferencial se puede agregar y entender cuál es el tipo de público al que uno se está dirigiendo. Esta segmentación se suele hacer en función de diferentes variables como su ubicación geográfica, su demografía, su nivel socioeconómico y su comportamiento o estilo de vida.
Una vez analizado el tipo de consumidor, hay que identificar quiénes son los competidores directos e indirectos de la industria. Hacer esta comparación implica estudiar qué es lo que está haciendo la competencia, cuál es su fuente de ingresos, cuánto tiempo lleva operando en el mercado, qué no está haciendo y puede ser un punto a favor. Por lo contrario, si en el país no hay ninguna empresa que haga lo que el emprendedor tiene en mente, pero sí existe en el exterior, puede ser señal de un gran descubrimiento o de un proyecto sin futuro: es conveniente preguntarse cuáles son las condiciones que hacen que esa empresa funcione en otro país y quizá no lo haría en el contexto local. Todas esas preguntas van a ayudar a determinar el potencial del proyecto, su alcance y su distintivo.
Seguido a esto, un ejercicio rápido y a bajo costo para medir con más precisión el mercado del emprendimiento es buscar más información en bases de datos públicas, como ministerios, fundaciones y organizaciones; publicar el proyecto en una plataforma de crowdfunding o financiamiento colectivo, la cual funciona como “preventa” y puede ser la primera validación del producto o servicio antes de ejecutarlo; ver las palabras clave y las tendencias de los buscadores de Internet, las cuales pueden funcionar como un termómetro de lo que busca la gente, entre otros.
Otra recomendación es incorporar metodologías ágiles para identificar el modelo de negocio. Una de las más utilizadas es el Business Model Canvas, creado por Alexander Ostenwalder, que permite identificar los componentes que integran un proyecto, cómo interactúan entre sí y qué funciones cumplen dentro de una compañía. Se trata de nueve módulos que analizan las áreas principales de cualquier negocio como la propuesta de valor, los recursos, los socios, los clientes, la estructura de costos y las fuentes de ingresos.
Luego de haber trabajado sobre los componentes anteriores, un aspecto importante es definir el equipo. Uno de los activos más valiosos y trabajar con perfiles complementarios es un factor clave para potenciar todas las habilidades de sus miembros. Más allá de tener una idea con potencial, es importante ejecutarla y elegir estratégicamente quiénes acompañarán ese proceso. Por último, una buena validación para saber si se va por buen camino es pedir feedback de otros emprendedores o referentes que puedan asesorar desde su experiencia. La opinión de un mentor no sólo ayudará a encontrar debilidades y compartir buenas prácticas de negocio para resolverlas sino que, también, es una oportunidad de conocer nuevos contactos y generar comunidad. A grandes rasgos, estos son los pasos fundamentales para que una idea se transforme en un proyecto y evolucione con el tiempo, más allá de las particularidades de cada caso.