Por: Carla Trovarelli
La industria editorial no se caracteriza por ser predecible, pero quien se anime a brindar un pronóstico no se arriesga mucho al decir que un nuevo libro de Florencia Bonelli, la escritora que en Argentina y Latinoamérica domina el mercado de la novela romántica, será un éxito asegurado. Con 18 títulos publicados, Bonelli ostenta récords de ventas a los que pocos pueden acercarse: en 2016, superó los 2.5 millones de ejemplares vendidos, solo en nuestro país. Vive actualmente en Suiza, aunque dice que puede trabajar en cualquier parte del mundo, y se prepara para el lanzamiento de Navidad bajo el sol de Aries, que continúa la saga Nacidas. A su vez, avanza con la historia de Diana, un personaje secundario de Caballo de Fuego, que la tiene enfrascada en una larga investigación sobre la guerra de los Balcanes.
Todas tus novelas requieren una investigación rigurosa. ¿Cómo la llevás a cabo?
Es un proceso muy laborioso, a veces tarda dos años, pero es divertidísimo. Parto de una trama que tengo en mi cabeza, pero la investigación la enriquece de una manera increíble. Tomo a grandes historiadores, que hacen un análisis que va más allá de los hechos políticos del momento: les interesa cómo era la vida privada, el día a día. También recurro a libros escritos en esos períodos. Para Bodas de odio leí Amalia, de José Mármol. En un pasaje, por ejemplo, llaman a un cerrajero para hacer una copia de una llave. Ahí puedo decir: “ah, ya existía el oficio del cerrajero”.
Y cuando ficcionás la historia, ¿hay algún límite que no cruzás?
Siempre que se trata de personajes reales intento estudiarlos perfectamente para no cometer ningún anacronismo. Me tomo ciertas licencias, por ejemplo haciéndolos hablar: lo he hecho con pesos pesados de la historia como Roca, Napoleón y Sarmiento. Por eso me preparo mucho, leo lo que escribieron, leo a sus biógrafos, para que sea verosímil y la gente los reconozca.
Sos una autora prolífica y te has mantenido vigente muchos años. ¿Intentás hacer algo nuevo con cada libro?
Yo me defino como una lectora que escribe, porque escribo lo que me gustaría leer. A partir de esta filosofía, cuando trabajo no busco conscientemente hacer algo nuevo. Lo hago para complacerme a mí misma: me gusta la romántica, intento siempre escribir una gran historia de amor. Tengo la gran suerte de que hay muchas mujeres como yo, que aman leer estos libros.
Cuando empezaste a escribir trabajabas como contadora. ¿Cómo equilibraste ambas actividades?
Todo el primer año mantuve mi trabajo de contadora. Escribía porque me desbordaban las imágenes en la cabeza, la vocación me estaba ahogando. Luego del trabajo, me sentaba a escribir hasta la madrugada. Después, en 1998, decidí que quería dedicarme a esto, y por suerte conté con el apoyo de mi marido. Vivir de escribir, en esa época, era una utopía total.
Y aún así, te animaste…
No lo pensé mucho, porque sabía que era mi destino. Fue un salto al vacío absoluto: en Argentina la romántica no vendía bien, eran novelas norteamericanas con tapas espantosas y que 1500 ejemplares vendidos eran un éxito. Ahora es el boom del momento, pero en esos años las lectoras de la “novelita rosa” forraban las tapas porque era algo vergonzante. Nadie contaba que leía romántica. Me quería dedicar a un negocio que era prácticamente maldito, pero estaba segura de que era lo que quería. Creo que el secreto es tener una pasión que te desborde.
¿Creés que tu éxito tuvo que ver con este boom actual?
Me parece que el proceso se hubiese dado también con otra escritora. Tiene que ver con cómo la mujer ha ido liberando sus gustos, demostrando que no tiene por qué ocultarlos. Se dio una conjunción de la evolución de la mujer que se reafirma como persona de derecho, igual que un hombre, y el florecimiento de la romántica. Creo que son dos hechos que están absolutamente relacionados.
Tenés una relación muy estrecha con tus fans. ¿Qué influencia tuvieron en que hoy seas una de las autoras más vendidas en el país y en Latinoamérica?
Mis lectoras son las artífices de que yo pueda ser escritora y vivir de esto. Ellas fueron las que recomendaron mis libros y los regalaron. Son las que logran el fenómeno de la novela romántica: arman grupos, viajan a las presentaciones, y siempre lo hacen con una fidelidad increíble. La prensa nunca me prestó atención, los críticos menos, porque no entro en el radar de la haute literature. Si no hubiese sido por mis lectoras, todo hubiese quedado ahí, en los estantes de las librerías.