Naranja empezó hace más de 49 años cuando dos amigos, Gerardo y David, los dos profesores de educación física decidieron instalar un negocio de artículos deportivos en la peatonal de la Ciudad de Córdoba. Ellos no tenían ningún tipo de experiencia en negocios, pusieron su primer local con buenos resultados. Después aparecieron un segundo y un tercer local y un par de interesados en abrir franquicias desde otras ciudades de Córdoba. Igualmente, frente a una crisis argentina de aquél entonces, a la gente le costaba pagar al contado. Gerardo y David entendieron que una forma de tratar a la gente era darles de fiado o dividirle la compra en cuotas. Para eso, les daban unos cartoncitos de color naranja que identificaban la deuda que el cliente tenía y tenían la fecha de cuándo la tenían que venir a pagar.
Poco a poco, ese cartón se fue extendiendo y más personas empezaron a usarlo. De repente tomó mucho prestigio, a tal punto que los comercios de la zona empezaron a adoptarlo también en sus negocios. Del cartoncito se pasó al plástico para que fuese más resistente y se creara una nueva empresa que se llamó Tarjeta Naranja. Los dos fundadores entendieron que la nueva propuesta no sólo era rentable como negocio, sino que, además, le seguían devolviendo a la comunidad que les había dado.
Hacia el año 95, en una crisis de crecimiento por falta de financiamiento, los fundadores decidieron asociarse con Banco Galicia y de ese momento hasta hoy, la compañía democratizó el dinero a más de 5 millones de personas con 10 millones de tarjetas. Algo que había iniciado como un negocio de ropa deportiva, después terminó compitiendo de con los grandes bancos del país.
En los últimos 30 años, después de muchos aprendizajes, Tarjeta Naranja multiplicó su tamaño por 35. “Lo más importante de todo es que el espíritu emprendedor que tuvo la compañía desde el inicio nunca se perdió. Una de las cosas que entendimos es que lo que veníamos haciendo igual desde hace 20 años no necesariamente nos iba a llevar al éxito más adelante. Teníamos que mirar a la compañía de una manera completamente distinta”, explicó Peña. ¿Por qué? Porque las demandas de un mundo cada vez más conectado y moderno así lo requerían. “Si yo tuviera que definir a la Naranja que fuimos y que somos hoy es enfocarnos en las personas”, comentó Peña y también agregó “durante este tiempo, cambiamos la misión de lo que queremos hacer hacia adelante. Actualmente, nuestra nueva misión es conectar a las personas con experiencias únicas y crecer en negocios basados en la tecnología para facilitar la vida de cada persona”.
Las razones que motivaron a cambiar el foco:
- La revolución digital iba a impactar en todas las industrias del mundo. “Estos cambios son rápidos e irreversibles. Por un lado, rápidos significa que si vos no los hacés rápido, va a haber otra compañía que los hará antes y, por el otro, irreversibles significa que por más que no te gusten, van a ocurrir igual”.
- Hoy hay dos tipos de empresas. “Hay empresas que no están innovando o lo hacen muy poco y se van a quedar en el tiempo versus las que apuestan por una transformación profunda en su modelo. De transformarse exitosamente, estas empresas no deberían diferenciarse mucho de las nativas digitales. Lo importante es que el uso de la tecnología sea sofisticado y a gran escala para que el cliente lo vea en cada uno de los puntos de contacto con la empresa”.
- Nos faltaba el talento necesario para poder implementar lo que buscábamos. “Queríamos mejorar nuestro UX, metodologías ágiles, Big Data y marketing, entre otras áreas”.
Por último, Miguel Peña confesó: “Nosotros creemos que las empresas tradicionales tienen un valor relevante en el mundo físico. El futuro va a seguir siendo el mundo digital y físico simultáneamente. Pero, no necesariamente lo que hacen nuestras sucursales hoy, será lo que harán mañana”.
¿Querés revivir la charla completa? Hacé click ACÁ.