Por María Julia Bearzi, Directora ejecutiva de Endeavor Argentina*
Antes de empezar a hablar del tema que nos convoca, quiero darle una pequeña introducción al lector sobre la importancia del emprendimiento en nuestro país y en toda Latinoamérica. El emprendimiento tecnológico le puede transformar la vida a la gente, no solo a los clientes sino también a los empleados, y si podemos hacer eso, podemos transformar la sociedad completa. Y eso es lo que necesita la Argentina y los países de Latinoamérica en estos momentos. Hay mucho talento creativo, con imaginación, con empuje y podemos crear empresas a partir de eso, de servicios que se puedan exportar fácilmente a través de la tecnología, sin necesidad de grandes infraestructuras, puertos, aeropuertos, logística. El emprendimiento tecnológico, además, puede desarrollarse desde cualquier lugar del mundo. Una combinación perfecta para sacar adelante a la región.
Este panorama es el que ven los inversores y eso explica, en parte, por qué el ecosistema de emprendimiento latinoamericano ha crecido tanto en el último tiempo. Luego de la pandemia, 2021 fue un año de bonanza para el ecosistema: mucho capital disponible para startups, empresas que llegaron a grandes valuaciones y nuevos unicornios emergieron en Latinoamérica y Argentina.
Este año la crisis económica global, el aumento del precio de las commodities, los sucesos geopolíticos impactaron en el mundo de los VCs y cambiaron el panorama: la tendencia alcista que notábamos el año pasado se rompió y los fondos de inversión empezaron a ajustarse. Muchos especialistas hablan de que este año es la etapa de “corrección” ya que se están acomodando algunas valuaciones, probablemente sobreestimadas, debido a la desmedida inyección de dinero del último tiempo. Y en este sentido vale destacar que en mi opinión, no creo que la primavera de capital de 2021 haya sido una burbuja: dentro de la burbuja hay aire y la gran mayoría de las empresas tienen sustento (un buen producto/servicio con un gran mercado al que servir).
Frente a este escenario de cambio, las empresas se vieron obligadas a modificar sus estrategias y a aferrarse a la rentabilidad, priorizar la eficiencia por sobre el crecimiento acelerado, tener al menos asegurado un año y medio de caja. Por esa razón estamos siendo testigos de despidos que empezaron en las grandes empresas tecnológicas que habían contratado de manera abismal en época de vacas gordas, y que ahora están adecuándose al contexto. Las que afortunadamente estuvieron exentas de hacer despidos, se rearmaron con equipos con más experiencia y lograron extensiones de rondas de inversión, esperando el mejor momento para salir a buscar nuevamente capital.
Las menos perjudicadas fueron las startups en estadio incipiente o early stage: según LAVCA, en lo que va del año la región levantó USD 5.400 millones en capital de riesgo, superando los niveles prepandémicos. Es decir que hubo capital para este tipo de empresas incipientes que están resolviendo los problemas más estructurales de Latinoamérica como el acceso al financiamiento, inclusión económica.
Respecto a 2021 no hay ni habrá al menos por los próximos dos años capital excedente para fondear todo, será un capital mucho más selectivo, condición que hace más simétrica la competencia en el mercado de las startups a la hora de competir por talento, pauta, publicidad y otros recursos.
En particular, desde Endeavor hemos acompañado a los emprendedores argentinos en su proceso de internacionalización para que puedan seguir creciendo en mercados regionales y globales: entendemos que abrir operaciones en un nuevo destino implica analizar múltiples variables como contratar el equipo adecuado que acompañe el crecimiento, consolidar la cultura de trabajo y cuidar la caja. A su vez, la internacionalización demanda grandes inversiones por lo que también ayudamos a los fundadores en su proceso de levantamiento de capital conectándolos con los mejores inversores del mundo. Porque en la medida en la que haya buenas empresas, habrá inversores para apostar por ellas.
Hoy más que nunca importa el equipo en el que se invierte, en aquellos que puedan sostener el crecimiento, que tengan la capacidad de adaptarse a un entorno cada vez más volátil e incierto y que puedan lograr grandes cosas con pocos recursos.
*Columna original publicada en El Cronista edición Visión de los Líderes.