El término “Silicon Valley” lo creó el periodista Don Hoefler en 1971 en uno de sus artículos cuando estaba escribiendo sobre los chips para computadoras en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, precisamente, en el área de la Bahía. En ese entonces, el lugar era hogar de muchos negocios que estában empezando a crecer con fuerza como los chips de Intel y AMD. Lo curioso es que esas compañías usaban silicio para fabricar sus chips, del cual se extraía y produciía en un valle al sur de la ciudad. Hoefler combinó esos dos hechos para diseñar un nuevo nombre al área que luego se transformaría en el hub tecnológico más innovador del mundo.
Pero lo cierto es que no siempre lo fue. La industria de los chips surgió a mediados de los años 50, década donde no había inversores de capital de riesgo en la zona. Lo mismo ocurría con el talento: los empleados calificados para trabajar en dispositivos de alta tecnología y sofisticación eran casi inexistentes. A nivel nacional, Silicon Valley estaba muy por detras ciudades como Nueva York y Boston. Sin embargo, el tiempo demostró que esa Bahía tenía todo el potencial para transformarse y ofrecer una visión única a líderes de comunidades en otros países.
La historia dejó 3 lecciones importantes que son el punto de partida para cultivar empresas e industrias de alto crecimiento:
- Las grandes compañías pueden desarrollarse en lugares desafiantes o entornos considerados “poco ideales”.
- Un pequeño grupo de personas – en este caso empresarios – pueden hacer un gran impacto.
- Existe un marco para el éxito que los líderes pueden acelerar.
Según el estudio, el detrás de escena que explica por qué Silicon Valley es lo que se conoce actualmente consiste en un ciclo de 4 pasos: ambición, crecimiento, compromiso y reinversión. Además, cada una de estas etapas cuenta de subcomponentes que se desprenden de los anteriores.
En este sentido, la AMBICIÓN proporciona la seguridad y las comodidades que hacen que el lugar sea un buen espacio para vivir. Para ello, se necesita reconocer el rápido crecimiento de empresas en fase inicial que sirva para inspirar a nuevos fundadores junto con finanicar programas y organizaciones que se centren específicamente en empresas que están creciendo a este ritmo.
El CRECIMIENTO supone reducir y/o eliminar las reglamentaciones que dificultan el surgimiento de nuevas empresas o que obtengan más clientes. También tiene que ver con ofrecer préstamos y garantías a las empresas que están creciendo y establecer un sistema público-privado fuerte que sea atractivo para los inversores externos.
Por su parte, el COMPROMISO implica no sólo reconocer a los emprendedores que están apostando por su compañía y generando impacto, sino también a aquellos que reinvierten su tiempo en la próxima generación de fundadores actuando como mentores o inversores.
Por último, REINVERSIÓN significa crear canales que conecten a grandes fundadores de empresas con los que recién están empezando sus proyectos para que puedan beneficiarse de la tutoría. Otro aspecto a tener en cuenta en este parte del ciclo es ofrecer incentivos fiscales a los líderes que hacen de inversores ángeles y promover a estas figuras como modelos de rol en el entorno local.