Por: Leandro Africano
La larga marcha del emprendedor en busca de financiamiento tiene, al menos para los casos argentinos, gran protagonismo de las incubadoras de proyectos y el Estado nacional o provincial. El capital privado, afincado en empresas e inversores institucionales aún está lejos de ser el principal impulsor financiero de los proyectos. En este marco la nueva Ley de emprendedores abre nuevas posibilidades para que el sector privado tenga a partir de ahora un rol más destacado en el ecosistema emprendedor.
En el caso de Argentina, se estima que sólo el 0,6% del total de las empresas del país corresponde al segmento de las grandes compañías, las que generan el 36% del empleo; contra un 64% de las pequeñas y medianas, que cuentan con menos de 200 empleados. “El hecho que el 99% de las empresas en Argentina sean PYMES nos da la pauta de la importancia que tienen para nuestra economía. Es vital que los inversores privados comprendan que impulsar los proyectos de emprendedores impactará en gran escala sobre la composición de la economía a nivel país”, explica Ignacio Estivariz, gerente senior de Desarrollo Corporativo de Mercado Libre. En este contexto la compañía creó en 2013 Meli Fund para financiar emprendimientos y, además, lanzó recientemente Mercado Crédito, la plataforma crediticia de Mercado Pago que otorga préstamos y soluciones financieras en toda América Latina.
En los países desarrollados, la población destina entre el 5 al 7% de su portafolio líquido para la inversión en tecnología, investigación y desarrollo y nuevos proyectos, es decir en capital emprendedor. “El argentino tradicionalmente ha invertido su dinero en vacas o en ladrillos y hasta prefiere destinar su dinero en un plazo fijo que le ofrece una renta de 19% anual con una inflación del 25%; no sabe dónde colocar el dinero pero cuando lo hace lo pierde en supuestas inversiones seguras”, afirma Manuel Tanoira, abogado y uno de los colaboradores de la redacción de la Ley de Emprendedores.
Esta ley tiene dos propuestas innovadoras para motivar a nuevos inversores: el primero es el incentivo fiscal en el que por cada peso que un inversor aporte a nuevo proyecto, el Estado le reconocerá el 75% de ese peso para que pueda deducirse. La segunda herramienta será sin duda el Financiamiento Colectivo de Acciones con la creación de las PFC (Plataformas de Financiamiento Colectivo) bajo la mirada de la CNV. Esto permitirá que cualquier persona pueda participar en proyecto on line y por montos bajos.
“La inversión privada, en forma de capital semilla o de riesgo, es un probado mecanismo para impulsar emprendimientos en estado embrionario. Estos emprendimientos son vehículos para la innovación, creación y desarrollo de nuevos productos y servicios, y pueden generar enormes ganancias, tanto económicas como de valor agregado para el país. También son extremadamente riesgosos, ya que generalmente se basan en modelos de negocio poco y nada probados, o en tecnologías aún no adoptadas de forma masiva”, explica Néstor Nocetti, Co-fundador de Globant, empresa que también realiza inversiones en emprendimientos que tengan sinergia con sus productos y servicios, o que se enfoquen en temáticas de interés para la compañía.
Diego González Bravo, managing partner de Cygnus Capital, un fondo de inversión especializado en emprendimientos de América latina, explica que “en los últimos años se creó una cultura emprendedora argentina muy importante pero que no tienen su correlato en una “cultura inversora en capital emprendedor. La cantidad de inversores ángeles es muy chica aún y la cantidad inversores institucionales involucrándose en capital emprendedor es ínfima. Eso debería cambiar en los próximos años con la Ley de emprendedores porque es una ley basal para el ecosistema”.
Otra de las compañías globales que se acercó el mundo emprendedor fue AB InBev dueña de Cervecería y Maltería Quilmes con la incubadora de negocios Eklos. Federico Espinosa, director de Negocios Disruptivos de AB InBev Latinoamérica Sur señala que “cuando un inversor privado invierte en emprendedores suma valor a atributos intangibles como el concepto de negocio o el equipo que está al frente del proyecto. En otros países, por ejemplo, muchos de los inversores fueron antes emprendedores y, por lo tanto, no sólo aportan fondos sino también networking y experiencia. Sin embargo, y aquí está lo interesante y lo similar, en nuestro país, y sobre todo las nuevas generaciones, los jóvenes tienen aprecio por el riesgo. Por otro lado, si bien todavía sigue vigente la idea de que las mejores ideas tienen que salir de adentro, también hay un gran espacio para lograr que las empresas grandes se abran a trabajar con emprendedores o gente externa”.
Una de las principales barreras que tienen el inversor privado para destinar fondos en emprendimientos es el desconocimiento sobre las alternativas de inversión. Sumado a esto, el riesgo asociado, el plazo y la liquidez de estas inversiones, hacen que no sean aptas para todo inversor. “La cultura financiera e inversora en nuestro país no está desarrollada y aquí hay muchos por hacer. Por ejemplo la cantidad de cuentas comitentes (vehículo necesario para que un inversor opere en la Bolsa de Comercio) en nuestro sistema financiero es de 300 mil y una cantidad menor son las que están activas realmente, señaló Elián Alvarez, co-Fundador de 54 Ventures, un fondo de inversión enfocado en emprendimientos.
Con otra mirada, Christian Hejeij, socio y director de Crecer SGR (sociedad de garantía recíproca) y director de Allaria Ledesma Fondos Administrados sostiene que “el desafío está en el emprendedor en entender las necesidades del inversor institucional, sus formalismos y las necesidades de rendir cuentas periódicamente”. En este contexto el sistema de SGRs está en pleno desarrollo y cuenta con herramientas para que los emprendedores consigan avales que deriven en financiamiento porque en definitiva son estas entidades financieras que tienen como objetivo principal facilitar el acceso al crédito de las pequeñas y medianas empresas y mejorar sus condiciones de financiación.