A los 20 años, Augusto tuvo la loca idea de hacer creer que todo el mundo se pondría uno de los pantalones que a él le gusta usar. Su emprendimiento remite al 2008, en su primer viaje a los Estados Unidos en donde aprendió algo casi por casualidad. Augusto observó cómo la gente estadounidense vestía distinto que la argentina y eso fue lo que cambió su cabeza. “Salen a la calle como si nada, algunos hombres con pelo afro, otros con crestas, polleras, vestidos de colores y me llamó la atención. Un día estaba en un supermarcado y encontré pantalones de pijamas cuadriculados que parecían cómodos. Yo estaba un poco reacio a usar jean porque me apretaba y no me gustaba. Los compré, salí a la calle y los usé. Después volví a Buenos Aires y todos me decían payaso o ridículo por usarlos”, explicó Mustafá.
Año tras año, después de esa visita, Augusto visitó aquel país con la intención de comprarse pantalones cada vez más extrovertidos. En el 2010, terminó el colegio, eligió la carrera de economía sin mucha seguridad, pero después de unos meses de estudio, notó que no era lo suyo y se sumó al trabajo que tenía su padre. “Me pasaba algo que suele pasar para los que trabajan en empresas familiares que en cada lugar en el que iba me decían que era el hijo de Alberto. Yo les apretaba fuerte la mano para saludarlos y que me miraran a los ojos. Quería que me reconocieran como Augusto, no como el hijo del empresario. Además, tenía la responsabilidad de ser el único hijo varón en la familia y de hacerme cargo de la empresa familiar”, contó el emprendedor.
Entonces pensó: ¿Por qué no dedicarse a hacer estos pantalones que tanto le gustan? Al principio, no tenía idea de cómo lograrlo. Augusto empezó por preguntarle a sus amigos y conocidos a ver si alguno de ellos tenía un taller o sabían de alguien que estaba en la industria. Él sabía que necesitaba tela, cordones, elástico y hojalillos. Al día siguiente fui al Once con su mamá y compré todo lo que necesitaba.
Augusto tenía todo listo para desarrollar su emprendimiento. Pero nada hubiera sido posible sin la ayuda de Perla, una señora de unos 50 años quien le hizo todo lo que necesitaba. Al día siguiente, el 7 de octubre del 2012 -como recuerda el emprendedor- ya tenía su primer pantalón. “Me puse la prenda que ella había armado y salí a la calle a mostrárselo a todos. Yo ya me la cría y tenía un solo pantalón hecho. Como emprendedores, tenemos que ser los primeros en creen en nuestro proyecto. Si nosotros no lo hacemos en primer lugar, nadie lo entenderá en segunda instancia”, detalló Mustafá.
La primera estrategia para difundir su marca de ropa fue recurrir a las redes sociales. Después transformó la casa de sus papás en un showroom y vendió más pantalones. En esa época, Augusto iba a la facultad, estaba con el taller, compraba la tela, las llevaba a los talleres, respondía las consultas en redes sociales, llevaba los pedidos que se compraban online y todavía seguía trabajando en lo de su papá. Él sentía que estaba desbordado y las horas del día no le alcanzaban. Hasta que en una reunión conoció a su primer aliado estratégico. “Un día conocí a Fermín quien hacía alpargatas y nos quedamos hablando más de cuatro horas. A la semana ya éramos socios con un mismo objetivo. Teníamos las mismas ideas en común y nos delimitamos las tareas”, comentó.
A los seis meses de haberse asociado, Augusto optó por seguir su propio camino y separarse de su papá. “Alquilé una oficina, la pinté, conseguí muebles baratos de un amigo y contratamos una diseñadora, Paulina, para que nos facilitara el trabajo de salir a comprar la ropa” Todo esto representó gastos nuevos y Augusto trabajó cuatro meses sin cobrar un sueldo. Pero para él, seguir su sueño no tenía precio. Para él, su equilibrio es lo que llama TEDD: trabajo, educación, deporte y diversión.
“Algo que aprendí en mi camino como emprendedor es que las cosas no son fáciles, no todo se da como uno cree, pero también hay una sola vida y si no nos valoramos o la disfrutamos nadie va a hacerlo por nosotros. Es importante buscar gente que nos potencie, que nos permite ver cosas que uno quizá no vio. Si uno no toma la iniciativa de querer cambiar su realidad, nadie lo va a hacer por uno”, concluyó Augusto.
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