Emprendedores muy jóvenes que triunfaron en el mundo de las startups recuerdan cómo consiguieron lograr impacto gracias a una pasión que encontraron casi de casualidad.
Ver en un escenario a personas como Guadalupe Murga, Ariana Onega, Tomás Machuca o Frankkaster es sinónimo de estar observando el éxito: son cuatro emprendedores que convirtieron sus sueños en pasión, y luego transformaron esa pasión en un proyecto que impacta directa y positivamente en la vida de las personas.
Sin embargo, los cuatro tienen una misma característica común: no siempre supieron qué hacer. Sus grandes emprendimientos no eran el objetivo de su vida, y no imaginaban estar haciendo lo que hoy hacen. Ni siquiera pensaron que podían lograrlo. Pero su esfuerzo, su historia y su perseverancia torcieron el camino.
¿Qué quiero hacer de mi vida?
Ariana Onega, fundadora y líder de Empretienda, una plataforma para que los emprendedores puedan poner en marcha sus proyectos, se preguntaba constantemente qué hacer con su vida. Sus papás querían que ella fuera contadora, pero Ariana decidió estudiar Licenciatura en Ingeniería Comercial, únicamente porque una persona del pueblo vecino de Las Parejas, de donde es oriunda, era gerente de un banco siendo licenciado en Ingeniería Comercial. “Mi objetivo era arrancar a estudiar y trabajar en un banco. Era mi aspiración máxima”, recuerda.
Algo similar le pasaba a Guadalupe Murga, co-founder de Sylvarum, una startup de base biotecnológica que emplea la electroestimulación en cultivos hidropónicos con el objetivo de alimentar al mundo entero. Sin embargo, en 2020 ella era “una nube de puntos desconectados”: se había formado en tres países y hacía investigaciones pensando en cómo eso “iba a servir para algo”. Pero todos sus proyectos eran publicaciones: “no había curado a nadie, no había mejorado el medio ambiente, no le había cambiado la calidad de vida a nadie”, pensaba. Había algo que le hacía ruido.
Ambas tuvieron encuentros fortuitos que cambiaron el rumbo de sus vidas.
Después de escuchar e inspirarse con Marcos Galperin en la Experiencia Endeavor Rosario, Ariana conoció a un grupo de mujeres emprendedoras a quienes les costaba llegar a fin de mes, y entendió que su propósito era “ayudarlas de alguna manera”. Junto a un socio, diseñó y lanzó Empretienda, plataforma que disparó su uso en pandemia y terminó siendo adquirida por la mismísima Ualá.
Por su parte, Guadalupe se encontró con “un loco que no conocía”, quien le propuso formar una startup juntos. “Yo no sabía ni lo que era una startup, pero me convenció porque me dijo que era la mejor forma de hacer ciencia de impacto: que realmente llegara a la gente y realmente cambiara el mundo”, relata. Luego de un año trabajando en un sótano, se creó Sylvarum. “Fue la mejor decisión de mi vida”, se enorgullece la emprendedora.
La inclusión como punto de partida
Tomás Machuca creció en un barrio desfavorecido de Rosario, pero remarca que nunca le faltó nada. Salvo esa vez que, entrenando en su club de barrio, le rompieron las canilleras de una patada y no tenía dinero para comprarse otras. Su solución fue hacerse las propias: con un balde, un secador de pelo y Paint (programa básico de edición de imágenes), diseñó unas canilleras que sus compañeros llegaron a envidiar.
Aunque al principio le daba vergüenza admitir cómo las había hecho, luego entendió que lo que hizo era muy bueno. Las empezó a vender por Facebook e Instagram, y con el crecimiento se dio cuenta de que estaba teniendo un impacto muy positivo: le daba una nueva vida útil a residuos plásticos. Hoy, con Fenikks, hace una canillera a partir de 65 tapitas y regala un par por cada otro par que vende. Llegó a clubes de Primera División y a cientos de clubes de barrio. “Podemos permitirnos soñar en grande sin importar de donde vengamos y cómo se nos señale desde afuera, independientemente de la clase social y el nivel económico que uno tenga”, reflexiona.
A su lado está Frankkaster, pero no siempre fue reconocido por ese nombre. Cuando solo era Francisco Postiglione, el streamer trabajaba para equipos de e-sports y veía dos cosas: cada equipo se dedicaba únicamente a competir, y el nivel de los competidores era muy dispar entre Europa y Estados Unidos y el resto del mundo. Latinoamérica casi ni aparecía.
Entonces, “por el amor a la gente y por stremear”, fundó 9z, un equipo de e-sport conformado por streamers latinoamericanos. No fue fácil: cada paso costaba muchísimo y hubo bastantes momentos tristes y de decepción. Pero, con perseverancia, logró llevar a 9z a la cima del mundo e-sport, compitiendo de par en par con los grandes y, lo que es más importante, formando comunidad: no solo es competencia, sino entretenimiento y buscar lo mejor para Latinoamérica.
Hacerse las preguntas correctas
En el escenario de la Experiencia Endeavor Sub-20, los cuatro emprendedores coinciden en lo mismo: no hay que bajar los brazos, porque las oportunidades están en aquello que nos apasiona.
¿Cuáles son las claves? Para Frankkaster es el esfuerzo, que, aún en la vorágine de un mundo que no regala nada, siempre da recompensa. “Tienen que encontrar los que les haga feliz, porque, al fin y al cabo, hagan lo que hagan, el éxito no les va a traer la felicidad absoluta, sino levantarse todos los días y sentir que realmente tenés una convicción y un objetivo. Y ni hablar si ese objetivo es colectivo”, aconseja.
Y eso explica Guadalupe Murga: detrás de cada historia de emprendedores “hay mucha gente, hay muchas instituciones, un montón de personas que están ayudando, colaborando y confiando en nosotros para que esto exista. Solos no se llega a ningún lado”. Ariana Onega, por su parte, hace foco en las oportunidades: “Siempre van a escuchar que las oportunidades están y hay que ir a buscarlas. A mí me gusta agregar que, si no están, uno las crea. Creen sus propias oportunidades en base a sus realidades y a sus propósitos de vida. No tengo duda de que lo van a poder cumplir”.
Tomás Machuca resume lo que todos estos emprendedores ya dijeron, en sus palabras: “Estamos en un momento en el que encontramos las respuestas con dos clics en un teléfono. No busquen las mejores respuestas, sino encuentren las mejores preguntas”. Y Guadalupe Murga remata: “Si se hacen las preguntas correctas e intentan, en algún punto esos puntos que creen desconectados se van a conectar y van a llegar a lo que ustedes tanto están buscando”.