Flor Jinchuk, fundadora y CPO de The Chemist Look, convirtió su indignación en un motor para emprender. Cuando tuvo que repensar su vida entera encontró su pasión, te contamos su historia.
De la frustración por un problema a un emprendimiento para solucionarlo hay un solo paso: animarse. Así es como Flor Jinchuk, fundadora y CPO de The Chemist Look, empezó con su marca, que hoy está presente en toda Latinoamérica y no para de crecer.
Aunque todo parece ideal, no siempre fue así: Flor todavía recuerda cuando desembarcó en Brasil —EL mercado de Lationamérica— y todos la felicitaban, pero en su cabeza solo rondaba una idea: “Si no frenamos, nos la vamos a pegar contra una pared”.
Desde su clase de secundaria, hasta su paso por Estados Unidos y la transformación de su blog en una empresa, Flor Jinchuk contó en Experiencia Endeavor los valores más importantes que forjaron su sentimiento emprendedor y la ayudaron a no abandonar su pasión aún en momentos de adversidad.
El gato de Schrödinger
Para Flor, todo se resume en el experimento mental que aprendió en clase de química de su secundaria en Uruguay: hay un gato en una caja cerrada. Al mismo tiempo estaba vivo o muerto. “¿Cómo puede ser?”, se preguntó, e inmediatamente ideó una respuesta: “La ciencia lo tiene que poder explicar. Solo que yo no tengo las herramientas para entenderlo”. Ahí se formó su vocación: iba a estudiar química.
Para estudiar viajó a Nueva York, y al año siguiente se cruzó con el encargado del área de aplicaciones cosméticas, que le ofreció ser un conejillo de indias: a cambio de un pago, iban a probar en ella un shampoo para puntas florecidas. Al entrar en el laboratorio, su mundo cambió: la cosmética era lo suyo.
Hizo un posgrado en la universidad, y también en las farmacias: todas las noches iba a alguna para mirar las fórmulas de los productos e investigarlos. La costumbre le quedó cuando volvió a Uruguay, y en una de sus tantas andanzas descubrió que dos productos distintos tenían las fórmulas exactamente iguales.
Nace The Chemist Look
Indignada frente a ese descubrimiento, decidió volcar sus pensamientos en un blog al que llamó The Chemist Look. Empezaba una revolución: “Se armó una comunidad alrededor de ese blog, y yo me empecé a dedicar todo el día a contestarle a esa gente que me escribía”, contó Flor.
“Un día me escribió una chica que se estaba por casar y tenía un brote en la cara que no podía solucionar. Y yo sabía un poco cómo ayudarla: hace años que tenía productos en la cabeza. Supe que era el momento de empezar”, continuó la emprendedora.
Así que desarrolló un primer lote de 50 unidades, que se convirtió en un segundo, luego en un tercero y cada vez eran más. “Tenía un kiosco fuera de control”, recordó. Alquiló un monoambiente, contrató empleadas y empezó a despegar. De repente, un amigo de sus padres le pidió invertir, pero ella le pidió que esperara: no tenía un propósito.
Un propósito, un freno y una reestructuración
Entró en escena Santi, su vecino y ahora socio, que “ordenó el kiosco” y lo transformó en empresa. Se cruzaron muchas veces, pero tenían algo claro: juntos eran mejores. Así crecieron a todo Uruguay, abrieron en Argentina y luego en Chile, hasta que llegó Brasil.
“Brasil fue abrir la caja de Schrödinger. No había más relato. Fue un delirio místico: oficina de 60 personas, yo con dos secretarias, personas de sustentabilidad…”, rememoró. Mientras todos los felicitaban y elogiaban, Flor estaba sentada en el piso de su casa pensando: “No le estamos entrando al mercado. O frenamos esto o nos la vamos a pegar”.
Entonces decidieron frenar y reestructurar absolutamente toda la empresa. “Fue el momento más difícil de mi vida”, aseguró Flor en la Experiencia Endeavor. Pero también fue un punto de inflexión, porque gracias a repensar su propósito lanzaron un nuevo producto que hoy es su estrella, y ella volvió al laboratorio, sabiendo que esa vuelta fue, en realidad, a su verdadera pasión.
La fe se mantuvo intacta
“Estábamos solos. Pero nunca dejamos de creer”, afirmó. Frente al caos, se preguntó: “¿Quién soy en la adversidad?”. “El relato que yo me conté toda mi vida de mí misma, mis valores, lo que me enseñaron en mi casa… Todo eso se puso a prueba. ¡Qué importante fue para mí mantenerme fiel a mí misma! Eso, al final, me puso muy orgullosa. Creo que fueron los momentos en que me sentí más orgullosa de mí misma”, subrayó.
A pesar de ese caos, había algo en mí que estaba intacto: mi pasión. Brasil no lo había tocado. Así que yo me agarré con todas mis fuerzas de ese catalizador y volví”, dijo Flor, emocionada. “Tenía ese brillo en mis ojos que había perdido”, agregó.
Para finalizar, Flor aseguró que ella no volvió siendo la misma, sino con un montón de aprendizajes:
- Tener un propósito claro
- Mantenerse fiel a sí misma
- Ser parte de un equipo
- Cuidar la pasión
“A veces emprender es como el gato de Schrödinger: no sabés si estás vivo o muerto. Fue creer lo que mantuvo vivo al gato vivo. Creer fue mi catalizador”, cerró.