Mucho se ha hablado este año sobre el poder de las oportunidades, quizás sea un contramensaje verosímil que equilibre la crisis sanitaria que estamos viviendo a nivel mundial y nos haga creer que aún hay esperanzas. Hoy, más que nunca, creo que las oportunidades están dentro de nosotros, al explorar nuestras capacidades y talentos y ponerlas al servicio de lo que otros necesitan, desean, quieren.
Hablar de Promesas nos sumerge en un compromiso. Funcionan como un acuerdo a largo plazo y tienen un rol especial: uno no promete por cualquier razón, ni cualquier razón es merecedora de convertirse en una promesa. Este potencial es el lugar que tienen los emprendedores hoy.
Todas las personas que hacemos nos vemos reflejadas en los emprendedores cuando nos levantamos día a día por un propósito, seguro que este será diferente de una persona a la otra pero todos compartimos el mismo motor impulsor, el que nos lleva a darle un sentido a nuestra vida. A los emprendedores los empuja resolver un problema que generalmente afecta a unas cientos de personas o más, incluso sin tener total certeza de cómo hacerlo pero sí la convicción de que ese es el camino.
Este 2020, este año pandémico que nos revolucionó a todos, también nos mostró dónde había que hacer más foco y, atentos a las oportunidades, algunos emprendedores pudieron salir a cubrir esos espacios, actuar con mayor rapidez y seguir para adelante contra viento y marea.
Siempre, detrás de cada historia emprendedora hay claroscuros que pocos ven. Porque cuando estas historias salen a la luz, generalmente, ya atravesaron ese camino y las luces brillan más que las sombras. La vida de un emprendedor está cargada de experiencias ambivalentes: con noches sin dormir y días de celebración; seguridad en el entorno conocido mezclada de una ansiedad por todo el mundo por explorar; incertidumbre sobre el futuro pero confianza en el talento humano que compone cada célula de esa organización, por más pequeña que sea.
En esta dualidad viven miles de personas en Argentina, hombres y mujeres que son fundadores de empresas, emprendimientos, startups, negocios, comercios, no importa el tamaño de lo que hacen, lo que importa es soñarlo en grande y hacer parte a otros de su propósito, un propósito que nos convoque como sociedad y que sea generador de oportunidades y de crecimiento. Ese es el verdadero compromiso de las Promesas.
Para multiplicar el efecto de estas Promesas en los jóvenes y en nuevas generaciones, es necesario aunar esfuerzos, facilitar y tender puentes, demostrarles que desde Argentina sí se puede, que nuestro país es una usina de ideas y de ejecuciones a cargo de grandes equipos y personas que no necesitan grandes recursos, porque los argentinos aprendimos a manejar con el tanque en reserva.
Nuestros jóvenes necesitan confiar más en su país y en su gente, demostremosles que el talento es el embajador de la Argentina del futuro. Este talento está en todos los que hacemos: en los emprendedores, quienes toman iniciativas dentro de las empresas, en quien arriesga por un sueño, en quien se levanta todos los días para ir a trabajar y darles a sus familias un futuro mejor. El talento está, cuidémoslo para que siga potenciando a la Argentina que queremos ser.