Columna escrita por Nito Anello, fundador de zafrán
Ya no es la nueva forma de hacer empresas, es la única.
Cada día estoy más convencido de que no habrá mercado para las empresas que no tengan el impacto social y ambiental muy presente en su modelo de negocios. El concepto de sustentabilidad está cada vez más presente en la mente de los consumidores y son ellos quienes eligen a las empresas que comparten sus valores. La supervivencia es doble: hacer negocios para que las generaciones futuras no tengan un mundo peor al nuestro y que nos sigan eligiendo en el mercado.
En 2012, arrancamos zafrán con la idea de ser una empresa distinta, con impacto, con propósito. Pusimos por escrito nuestros valores y todavía siguen siendo nuestra guía a la hora de actuar. Tener en claro que emprendimos zafrán con un propósito mayor – no lo hicimos sólo para ganar plata – nos dio la flexibilidad y la fuerza para adaptarnos todas las veces que fuera necesario, sin perder de vista nuestro propósito: mejorar el mundo a través de la alimentación, la inclusión laboral y el cuidado del ambiente.
Después de mucho esfuerzo, este 2020 obtuvimos la Certificación B, la cual reconoce a “las mejores empresas para el mundo”, según una extensa evaluación de indicadores de impacto económico, social y ambiental. Más allá de lograr el sello, lo importante es que seguimos profundizando nuestro impacto. Ser B para ser cada vez más zafrán. Sabemos que no llegamos a ningún lado, al contrario, este hito significa para nosotros sólo un refuerzo del compromiso de mejorar continuamente. De eso se trata hacer mejores alimentos, de una búsqueda esforzada, de un camino de superación continua, de tratar de hacer las cosas un poquito mejor, siempre con honestidad.
Por supuesto, no todo lo que hicimos fue bueno. Una de las cosas que me duele es que desde que arrancamos, entre todos los productos que vendimos, sumamos al mundo 20 toneladas de plástico en envases de un sólo uso. Ese plástico es reciclable pero sabemos que gran parte terminó en rellenos sanitarios, basurales a cielo abierto o en la costa de algún río. Yo mismo los he visto tirados en el piso a pocas cuadras de mi casa, triste. La clave para mejorar es no mirar para otro lado sino preguntarnos qué estamos haciendo mal y cambiar. Hoy, zafrán tiene un programa de eliminación de plásticos y ya adoptamos los primeros envases compostables en la línea de ingredientes. Estamos ultimando detalles junto con otras empresas para pasar todo a envases compostables durante el 2021 y mejorar el reciclado de residuos de nuestra producción. También, difundimos talleres de capacitación para clientes, proveedores, empleados y toda la comunidad. Y de eso se trata, de trabajar en red y de comprometer al otro por una causa común.
Brindar trabajo inclusivo es otro de los ejes de zafrán. Desde 2014, tenemos el gusto de producir y envasar las granolas en la Asociación Civil Granja Andar, que mejora la vida de personas con discapacidad permitiéndoles acceder a un trabajo, deporte, cultura, arte y salud, afianzando también sus vínculos familiares. Es un equipo de una enorme calidad humana y profesional. También trabajamos con otra empresa B, Gestiones Solidarias, que brinda trabajo y una escuela de valores a personas en situación de vulnerabilidad. Desde que inauguramos la planta propia de producción de barras, venimos desarrollando un programa para dar una segunda oportunidad a jóvenes que pasaron por situación de encierro. Este es el inicio, nos queda mucho más para hacer.
Este año trabajamos mucho en un programa de reducción de desperdicio de alimentos, me altera mucho saber que 1/3 de los alimentos se pierden a lo largo de toda la cadena mientras el hambre crece en el mundo. Por eso, somos parte de una red de entidades sin fines de lucro a las que dona ágilmente todos los alimentos con valor nutricional que pierden valor comercial por diversos motivos. En definitiva, todos estos programas son intentos de mejorar el mundo en algún aspecto. De lo anterior se trata la sustentabilidad, de mejorar cotidianamente un poquito las cosas. Cada uno en su escala. Una de las preguntas que nos hacemos todo el tiempo es ¿qué pasaría si zafrán creciera mil veces? ¿Sería el mundo un lugar mejor?
Cuando veo los envases en el piso pienso que sería mejor que zafrán no exista. Cuando leo los ingredientes irreconocibles de los ultra-procesados de siempre siento que somos una alternativa que mejora la alimentación. Lo mismo podría decir sobre el futuro de la sustentabilidad. Cuando veo los incendios forestales por televisión o medidas que insisten en el modelo agroalimentario y energético de siempre, temo mucho por el futuro de mi hija. Pero también hay muchas señales positivas.
Me da esperanza ver que los consumidores crecen en conciencia, que castigan a las marcas que hacen las cosas mal y premian a las que las hacen bien. Veo que los estados están más atentos a los riesgos que esto implica para sus propias poblaciones, ven los costos del modelo que enferma cuerpos y contamina territorios. No sólo ahí, también está en el sector privado, donde los bancos e inversores exigen responsabilidad a cambio de sus préstamos. Todo esto me hace creer en un futuro sustentable. No es un sueño naive. Creo que no será un tema de convicciones sino simplemente de plata. Dejará de ser negocio el no pensar en el futuro del otro ni de los que van a venir después de nosotros. Mientras tanto, nosotros seguiremos tratando de hacer las cosas lo mejor posible, simplemente porque confiamos en nuestro propósito y eso nos mueve.