Endeavor es la mayor organización no gubernamental de apoyo a emprendedores de alto impacto del mundo. Pocos saben que la Argentina tuvo un papel fundamental en el desarrollo y validación de un modelo que no había sido probado en ningún lugar del mundo.
A mediados de 1998 vinieron a verme dos jóvenes norteamericanos, Linda Rottenberg y Peter Kellner. Tenían 28 y 27 años respectivamente. Linda había vivido en Buenos Aires. Querían armar una organización global sin fines de lucro para apoyar a emprendedores innovadores en mercados emergentes. Estaban convencidos de que los emprendedores de alto impacto, aquellos capaces de crear empresas regionales o globales, eran esenciales para el desarrollo económico.
Peter había estado varios meses en Chile seleccionando compañías, pero el emprendimiento más prometedor que había encontrado había sido Office Net, una compañía argentina que vendía insumos para oficinas (desde papel higiénico a computadoras) por teléfono e Internet.
Linda había convencido a Eduardo Elsztain que financiara el start-up argentino. Entusiasmados me mostraron un power point anillado. Eran unas 8 páginas con gráficos sencillos explicando que en Latinoamérica los emprendedores enfrentaban múltiples barreras. ¿Cuáles eran? Falta de información, falta de financiamiento, falta de contactos locales e internacionales, falta de redes de asesoramiento, falta de modelos inspiradores, falta de personas que confiaran en ellos y estuvieran dispuestos a ayudarlos. Endeavor quería crear una red de expertos, empresarios y mentores locales e internacionales que pusieran a su disposición información, know-how y contactos que habitualmente sólo tenían los que ya habían “llegado”. Enseguida comprendí lo que se proponían. Por eso acepté, casi sin pensar, ser la primera directora ejecutiva y una de las fundadoras de Endeavor Argentina. Sólo puse una condición: trabajar en casa. Me parecía que no era aconsejable gastar en costosas oficinas hasta que la fundación se autofinanciara.
Así fue como el start-up de Endeavor se llevó a cabo durante dos años en los coloridos salones, fuccia y amarillo de mi departamento de la calle Talcahuano. Varios empresarios nos decían con escepticismo: “En Argentina no van a encontrar emprendedores de alto impacto”. Pero el éxito alcanzado rápidamente por Andy Freire y Santiago Billinkis de OfficeNet, Wences Casares y Constancio Larguía de Patagon y Marcos Galperin y Hernán Kazah de Mercado Libre, por mencionar a los más conocidos, demostró que estábamos en la senda correcta. Los contundentes resultados de Argentina le permitieron a Endeavor Global expandirse velozmente por América Latina y de allí a los cinco continentes. Los fundadores locales fuimos Eduardo Elsztain Woods Staton, Oscar Toppelberg, Lisandro Bril, Carlos Adamo y yo.
En un país donde el empresario lamentablemente no goza de buena imagen, queríamos generar modelos éticos, positivos e inspiradores. Nos propusimos conscientemente incubar una nueva generación de emprendedores. Argentinos que pensaran en grande, capaces de crear empresas de alta calidad y dispuestos a competir en el mundo. Creadores de riqueza y no depredadores de riqueza. Me da una inmensa alegría y esperanza comprobar que muchos de ellos y ellas hoy son la nueva dirigencia que está cambiando el país.