“Hoy en día la mayoría de los colorantes utilizados en la industria alimenticia son a base de petróleo, son tóxicos y están relacionados a muchos problemas para la salud, desde alergias e hiperactividad en niños hasta cáncer”, explica Ricky Cassini, cofundador de Michroma.
Para este emprendedor somos lo que comemos. Hace años que los colorantes artificiales se utilizan para hacer las comidas más atractivas y por eso están en muchísimos alimentos que comemos como gaseosas, caramelos, yogurt, cereales, y mermeladas, pero los efectos que tienen en la salud dejan mucho que desear. En los últimos 50 años el consumo de estos aumentó 500% y los niños son los mayores consumidores. Por otro lado, si bien las versiones naturales siempre son una mejor opción, pero su fabricación implica algunos desafíos.
“Los colorantes naturales usados actualmente no son del todo sustentables, son caros y además la performance que tienen es regular. Algunos provienen de plantas como la remolacha o zanahoria, los cuales utilizan agricultura tradicional, es difícil controlar el uso de agrotóxicos y utilizan solventes en el proceso de extracción de color. Otros provienen de insectos como el rojo carmín, que crece en plantaciones de cactus y para producir 1 kilo de colorante tenés que moler 100.000 insectos, y también no es apto para vegetarianos o dietas Kosher y Halal”, comenta Cassini.
En michroma, utilizando tecnología de punta en biotecnología desarrollaron novedosos colorantes a partir de hongos que les permite tener una opción superadora a los colorantes naturales actuales gracias a que se producen en tanques (fermentadores). Tienen mejor estabilidad a pH y temperatura que los hace ideales para la industria alimenticia y cosmética, lo que atrajo el interés varias empresas nacionales y multinacionales.
Actualmente, el equipo de la compañía se mudó a San Francisco, USA, después de recibir casi medio millón de dólares en inversión para trabajar en la optimización del colorante. Están optimizando la fermentación, pero también utilizando CRISPR, la última técnica de edición genética, para crear cepas super productoras de colorantes y ofrecer una opción natural competitiva en costos y tomar este mercado de unos 5.000 millones de dólares.
En esta nota, la historia detrás de su emprendimiento.
Endeavor: ¿Qué te inspiró a emprender?
Ricky Cassini: Desde chico siempre me interesó emprender, me apasiona la innovación en todas las áreas y el cambio constante. Mi primer acercamiento al emprendedurismo fue a los 15 años, cuando todavía la gente tenía miedo de comprar en internet y los locales de electrónica eran la única opción en mi ciudad (y muy cara), cree un portal para revender con entrega en persona artículos que yo compraba por internet.
Estar siempre pensando en ideas de negocios me llevó a estudiar Lic. en Administración de Empresas en la Universidad Austral, donde la tesis final de carrera es una competencia con un proyecto de negocios. Tuve la suerte de sacar el primer premio que consistía en un viaje a Silicon Valley. Fue transformador, me voló la cabeza, y pasé de pensar en soluciones locales a soluciones mundiales, aprendí a pensar en grande.
E: ¿Cómo nació la empresa? ¿Qué hito -si es que lo hubo- desencadenó el primer paso?
RC: La idea de crear la empresa surgió cuando conocí a mi socio, Mauricio Braia. Él fue a presentar su investigación científica a mi Universidad y terminamos charlando sobre cómo se podría hacer para sacar la ciencia del laboratorio y convertirla en un negocio. A partir de ese momento, pegamos buena onda y comenzamos a trabajar juntos.
Todo se fue desencadenando muy rápido, fuimos seleccionados entre 800 proyectos para ser acelerados por Grid Exponential, unos meses después viajamos a Silicon Valley y ahí conocimos a Indiebio, la mayor aceleradora de biotecnología del mundo. Se interesaron mucho en lo que estábamos construyendo y decidieron invitarnos a su programa. Eso incluía 5 meses de aceleración en San Francisco, un laboratorio completo, todos los contactos que brinda ser parte de la familia Indiebio y USD 250.000. A eso se sumó la inversión de GridX de USD 200.000, y ahí fue cuando una idea se transformó en una empresa.
E: ¿Hay otros competidores en la industria que hagan lo mismo que vos? De ser así, ¿qué te diferencia de ellos?
RC: Competidores siempre hay, existen muchos productores de colorantes naturales, pero específicamente de hongos son contados con los dedos de la mano a nivel global. De todas maneras, nuestro acercamiento es distinto, usamos los últimos inventos en biotecnología para ser competitivos en costos y así efectivamente reemplazar los colorantes sintéticos de petróleo.
E: ¿Qué valores tratás de transmitir con Michroma?
RC: Cada vez más el mundo demanda productos naturales, en michroma queremos crear un futuro donde la gente pueda consumir productos de una manera segura y saludable, y a la vez que estos tengan una forma de producción sustentable. Estamos comprometidos a impactar de una forma positiva sobre la gente y el planeta.
E: ¿Qué desafíos iniciales se te presentaron? ¿Cómo los resolviste?
RC: El mayor desafío para mí fue aprender de ciencia lo suficientemente rápido para poder aportar desde mis conocimientos y traducir la ciencia a un negocio. Me lo tomé como un objetivo clave, porque no podía hablar con inversores de algo que no entendía. Todos los días trato de estar al tanto de lo que pasa en el laboratorio para contribuir y también aprender haciendo (hace unos días largué mi primer fermentador, por ejemplo). Para este proceso de aprendizaje tengo todo el apoyo de mi cofundador, Mauricio, que no sólo es un gran científico, sino también un espectacular profesor y del equipo que siempre tienen paciencia en enseñarme todo.
E: ¿Qué desafíos tenés hoy?
RC: Nuestro próximo desafío es levantar la siguiente ronda de inversión de unos USD 3M, para seguir con el crecimiento exponencial que estamos teniendo. Cada paso que damos estamos más cerca del mercado.
E: ¿Cómo te organizás para trabajar? ¿Cómo es un día habitual en tu vida?
RC: Hoy en día estoy viviendo en San Francisco, cada mañana voy a nuestras oficinas y paso mi tiempo escribiendo mails, teniendo reuniones con inversores o posibles clientes, en el laboratorio con el equipo y charlando de los siguientes pasos que tenemos que dar con mi socio. Esto generalmente se traduce en unas 13 horas por día incluyendo fines de semana. Emprender es un trabajo que nunca termina, siempre hay algo más que hacer, lo bueno es que pasan volando las horas cuando disfrutas lo que haces.
E: ¿Qué clase de líder sos?
RC: Quiero ser un líder colaborativo. Una empresa exitosa no se puede crear con una sola persona, es fundamental formar el equipo adecuado y mantenerlo motivado delegando responsabilidades, alineando los objetivos personales con los de la empresa y haciéndolo parte de las decisiones importantes.
E: ¿Cómo formaste tu equipo de trabajo?
RC: Empezamos con mi cofundador, luego de que detectamos los objetivos que queríamos, definimos qué perfiles necesitábamos e hicimos una búsqueda donde recibimos más de 300 CVs. Ahí sumamos a los candidatos que más se ajustaban a lo nuestro, pero más que nada a nuestra cultura. Logramos formar en muy poco tiempo un gran equipo de trabajo, con gente espectacular y muy profesional que demuestra cada día que tienen un nivel altísimo, comparable con el resto de los científicos en Indiebio que provienen de Universidades top como Stanford o MIT.
E: ¿Llevás iniciativas con la comunidad? ¿Cómo le devolvés al ecosistema?
RC: En cada ocasión que tengo, incentivo a los jóvenes (y no tan jóvenes) a que emprendan, que después de terminar la carrera no sólo tienen la oportunidad de ir a una “big four” si estudiaron negocios o seguir la carrera de investigación tradicional si son del palo de la ciencia, que generalmente parece el único camino. Emprender es una posibilidad y quiero que todos lo sepan. Por eso tengo participación en la cátedra de emprendimientos de mi universidad, y además siempre estoy disponible para charlar y discutir ideas, hacer networking y ayudarnos entre todos.
E: ¿Cómo te ves de acá a 5 años?
RC: Es muy difícil saberlo, el camino emprendedor es muy cambiante y vertiginoso. Hace un año nunca me podría haber imaginado en la situación que estoy hoy en día. Lo que sé es que me encanta lo que estoy haciendo y probablemente en el futuro siga siendo así.
E: ¿Cuál es tu sueño?
RC: Mi sueño es generar un impacto positivo en el mundo.
E: ¿Qué te dirías a vos mismo hace 10 años atrás?
RC: Me aconsejaría que aproveche el tiempo de libre para aprender más habilidades.
E: ¿Qué es lo que más te enorgullece?
RC: En los últimos años logré mucho en términos profesionales y esto me hizo crecer como persona. Empecé a dar clases en la Universidad con 22 años y hoy, dos años después, estoy liderando mi propio startup. Dos desafíos gigantes, que me enorgullece haber podido lograr. Mucho es esfuerzo personal, pero también quiero destacar el papel de la gente me apoyó para llegar a donde estoy: profesores, mentores, inversores, amigos, socios y familia.
Además, estoy muy orgulloso del equipo de trabajo que formamos, así da gusto ir a trabajar todos los días y te motiva a enfrentarte a los problemas diarios que tiene una start-up.
E: ¿Cuál fue el consejo más importante que te dieron y que aplicás al trabajo?
RC: Si tenés una idea hay que testearla con la realidad, hay que salir a la calle y comprobar que el mercado exista, que la gente demande la solución que planteas. Si lo que pensabas en un primer momento está mal, cambiarlo, ajustarlo, pivotear hasta dar con la idea correcta. Creo que es muy importante ser un poco terco cuando emprendes, pero también hay que animarse a equivocarse. No siempre vamos a estar en la razón, pero es más probable es que eventualmente si la tengas si ya probaste muchas cosas.
E: ¿Qué le recomendarías a otros emprendedores que tienen una idea y no saben cómo empezar?
RC: El mayor consejo que conseguir buenos socios, en un startup lo más importante es el equipo, lejos ¡Ah! Y las ideas no valen nada, lo que vale es la ejecución. Que no tengan miedo a que te roben la idea. Lo más probable es que nadie tenga la suficiente voluntad y ni se aguantaría la montaña rusa emocional que es el emprendedor con una idea ajena.