No es casualidad que de cuatro hermanos, dos de ellos sean cocineros profesionales. La historia de Juliana empieza desde muy joven en su casa. La cocina era el centro de reunión de la familia, el idioma que hablában todos. “Es un amor que nació y que nuestra mamá nos dio. Nosotros decidimos aprovecharlo y transformarlo en una profesión”, explicó la emprendedora.
Ese contacto con la gastronomía fue una herencia pero también un juego. Después su trabajo y legado. “A los 17 años tuve un linfoma, atravesé casi nueve meses de quimioterapia, tuve un transplante de médula y después estuve un mes en una cámara séptica hasta que volví a casa. Mi hermano más grande hacía venta de verduras a domicilio y yo tomaba algunas y lo ayudaba. Mientras no podía volver al colegio, miraba Utilísima en ese momento y repetía todas las recetas”, confesó López May. Luchadora desde chica y soñadora también, se dio cuenta aque lo suyo iba por ahí, por el hacer.
Terminó el secundario e ingresó en la Universidad pero, -según sus palabras- estaba en el horno. Necesitaba la asistencia de muchos profesores, apoyo extra para nivelar. Ella pretendía ser técnica en alimentos pero se apartó y se preguntó: “Juliana, ¿qué es lo que vos querés?” “Quiero ser cocinera”, respondió. “Quería llegar a ese mundo pero no tenía idea de cómo hacerlo. Me cambié a un terciario, y durante esos años tenía que hacer una pasantía para poder recibirme. La hice con mucho gusto, en lo que para mí fue mi mejor escuela”, contó López May.
Esa escuela a la que se refiere Juliana fue el inicio de todo. Conoció a quien sería su gran mentor: Francis Mallmann. Se llevaban como un maestro con su discípulo, pero con un vínculo que iba más allá. “Francis fue mi maestro de quién yo aprendí más que cocina. Incorporé todo de él”, dijo Juliana. Con él hizo una pasantía de tres meses a los 19 años. Todo lo aprendido sumaba, pero tenía que practicar y practicar. Preparar nuevas recetas y platos demandaba mucho tiempo y horas de estar parada en la cocina y tener desencuentros con sus amigos.
Como emprendedora, poder desarrollar proyectos lleva su riesgos. “Llegó un momento en el que decidí que era hora de despegar y me dio un miedo terrible. Tuve un fracaso casi bestial: empecé un proyecto que nunca funcionó, armé un equipo con un montón de cocineros y tuve que decirles que no iban a tener trabajo”, agregó la cocinera.
El primer emprendiemiento de Juliana fue Círculo, un restaurante en San Isidro liderado por tres socios que dio sus primeros pasos hacia el 2001. Con gran esfuerzo, los fundadores decidieron llevar adelante esa corazonada, siempre con el apoyo de su familia. “Fue un proyecto que amé con locura. Pero en un momento quedó chico y segúi con otro, bien enfocado en la salud y el bienestar de la comida sana”, agregó.
“Durante años fui una cocinera profesional, estándar. Tuve 10 años de hospital y quería tener mi propio consultorio. Quería conocer a una pareja, tener hijos, salir y dejar de trabajar los fines de semana. Quiero poder ser una persona normal. Muchas veces los horarios no son compatibles con la vida social y eso pesa”, declaró Juliana.
Tuvo la idea de hacer una página que sea un libro y, a través de eso, uno puede descargar sus recetas y hacerlas, inspirarse y volver a cocinar. En otras palabras, la emprendedora pensó en qué otras acciones más podía hacer para hacerse conocer y que la comunidad consuma lo que hacía. Cada una de sus metios dio lugar a nuevos proyectos Así nacieron las conservas que estpan en Mendoza, las especias qie producie en Buenos Aires, sus hamburguesas congeladas y las tortas.
“Dejarse ayudar y asociarse para mi fue lo más importante. Todo es un paso a paso, tuvimos un montón de fracasos. Pero más que fracasos, fueron momentos de aprendizaje. Tuve que aprender un montón, pero lo que más me gusta a mí es darles herramientas a mis seguidores”, comentó la emprendedora.
Para Julia, la cocina debe ser un lugar de encuentro, de cercanía, donde se reviva la unión y el contacto visual. “Para mí, el mayor legado es que todos volvamos a reinvindicar nuestra cocina, con la receta que sea. ¿Qué paso en nuestra sociedad que nos olvidamos de lo lindo que significa crear vinculos que nos hacen humanos? Cocinar, oler, sentir, compartir nos hace humanos. Es un disfrute que está de moda y que tenemos que revalorizar de nuevo”, concluyó Juliana.
Para ella, la cocina debe ser un lugar de encuentro, de cercanía, donde se reviva la unión y el contacto visual. “Para mí, el mayor legado es que todos volvamos a reinvindicar nuestra cocina, con la receta que sea. ¿Qué paso en nuestra sociedad que nos olvidamos de lo lindo que significa crear vinculos que nos hacen humanos? Cocinar, oler, sentir, compartir nos hace humanos. Es un disfrute que está de moda y que tenemos que revalorizar de nuevo”, concluyó Juliana.