Alejandro Larosa: El camino del emprendedor nunca es lineal y, además, emprendiendo desde el sector público. Me gustaría empezar con tu historia en la empresa Mixta de transportes de Rosario. Fundaste una compañía desde el sector público. ¿Por qué, a veces, tenemos que dejarle cosas al Estado y no a los privados?
Matías Galíndez: La historia de la empresa es muy interesante. Tuvimos la posibilidad de fundarla en un momento de crisis de transporte en Rosario y surge la posibilidad de crear una empresa nueva que fuese mixta con capitales públicos y privados. Por cuestiones de la vida, me toca la posibilidad de integrar el equipo de trabajo que pudo soñar una empresa del Estado desde cero. Tomamos un papel en blanco y empezamos a diseñar la empresa, a ponerle los contenidos, los valores y objetivos a futuro. Hay una gran historia de superación donde trabajamos mucho en gestión de valores, contra la corrupción y prevención de fraude corporativo. Veníamos de absorber de 3 a 4 empresas de las PYMEs, informales, en su mayoría choferes. Una vez que uno los empieza a conocer y a tratar como “conductores profesionales”, las cosas empezaron a cambiar. Ellos tenían un montón para dar, a los que no tenían escuela secundaria completa, los empezamos a capacitar dentro de la compañía. Los empezamos a ver como ciudadanos y les dijimos: “Vos tenés la posibilidad de cambiar al mundo”.
AL: ¿Cómo le das ese propósito a una persona que está 8 a 9 horas en el volante?
MG: Les dijimos: “Vos en el barrio sos un referente para otros, para chicos cuando pasás frente a una escuela, cuando ellos te vean con el cinturón puesto, lo van a hacer”. Eso es un disparador para que, hoy en día, no sólo nosotros sino muchas otras empresas empiecen a tomar el ejemplo. El foco fue ver a cada uno de esos choferes como agentes de cambio.
AL: Generalmente las historias de emprendedores que escucharnos en este tipo de conferencias, arrancan contando que sus empresas nacen casi de casualidad, otros que armaron algo desde una visión y otros que vieron un problema que había que resolver. ¿Qué es lo que te llevó a vos a dar el salto?
MG: Con el tiempo me fui dando cuenta que en la vida mi propósito estaba en cambiar la realidad y me tocó en gran medida en el sector público. En el caso de la Mixta, era transportar 20 millones de personas por año y tratar de que la persona llegue a tiempo al trabajo. Teníamos muy claro que nosotros, con nuestro rol, podíamos ayudar y hacer que las cosas cambien. Cuando me tocó lo del aeropuerto, fui muy crítico y sigo siéndolo porque considero que puede estar mucho más arriba de lo que está. Somos una región importantísima, riquísima. La vida me dio la posibilidad de no ponerme en una posición crítica sino en un momento puntual en el que el gobernador me propone tomar ese desafío cuando el aeropuerto iba a cerrar. Hoy en día, el aeropuerto está en una etapa de asentamiento de proyectos y también veo lo mismo. Veo la posibilidad de generar riqueza a través de un aeropuerto del Estado, de trabajar con empleados públicos. Si alguien tiene la mirada del empleado público como una persona vaga y sin ganas de trabajar, es lo opuesto. No es que no quieran trabajar, sino que, a veces, tienen miedo de los cambios. Tienen miedo de perder lo que tienen.
AL: Uno de los ingredientes básicos de cualquier emprendimiento es armar un muy buen equipo. Y cualquier emprendedor, como uno de las principales limitantes que tiene la Argentina, además del capital, es la posibilidad de traer talento para tu empresa. ¿Cómo haces eso desde el sector público? ¿Cómo hacés para competir en este punto con el sector privado?
MG: Es esencial, como en cualquier emprendimiento, darles formación a los equipos. Siempre apuntamos a que sientan el orgullo de hacer algo por nuestra región, por nuestra sociedad y poder contribuir en un proyecto hermoso, superador y trascendente. La motivación que no pasa por la contribución. Esa es la principal defensa que tenemos ante la frustración.
AL: Como líder tenés que inspirar, convencer, comunicar. En una compañía tenés socios, cómo es el directorio. Me imagino que a los integrantes del equipo a veces no los elegís, que manejan otros tiempos y prioridades.
MG: El rol de un directorio en una empresa del Estado a veces juega de contrapeso contra el poder político. En algunos momentos, obviamente que uno tiene una lineación en los planes de Estado, pero yo soy primero un ciudadano ejerciendo una función pública, más allá del partido político. Muchas veces, en ese rol de director, vos te ponés en defensa de la lógica del ciudadano ante la lógica de política. Yo trabajo con todo mi equipo en un proyecto público por y para la sociedad.
AL: Hablemos de tu función social. Ahora estas presidiendo el Banco de Alimentos, ¿Cuál es tu visión integradora en relación a lo público, lo social y lo privado?
MG: Desde lo social se puede emprender. Creo que todos los argentinos tenemos que lograr desfragmentar, tenemos que empezar a ver todo con una visión única. Cuando emprendo en lo privado, trato de ver cómo puedo generar un mejor ecosistema, trato de entender cómo el Estado puede acompañar un emprendimiento y cómo la sociedad civil puede ser parte. Uno cuando ve en la acción la posibilidad de articular, realmente los resultados son sorprendentes. Creo que hay un paso superador que tiene que ver con la confianza. Pero, seguimos desconfiando el uno del otro. Esto se soluciona trabajando y en hechos concretos. Para empezar a impactar, tenés que pensar abiertamente, con cooperación.
AL: Por último, ¿Qué les recomendarías a los futuros emprendedores del país?
MG: Les diría que participen, que se enrolen y encuentren un espacio donde puedan participar. Creo que nuestro principal mal en la sociedad es la indiferencia. La indiferencia es la madre de la falta de oportunidades que hoy los sectores más vulnerables necesitan. La medida de desarrollo de una sociedad tiene que ver con su entramado, con su entretejido social a través de sus instituciones y eso se crea con la participación de cada uno de nosotros. Hoy por hoy, en un país tan complejo como el nuestro, necesitamos una cuota de integración donde cada uno pueda agarrar al otro y llevarlo de la mano.