A los 14 años, una profesora de biología introdujo a Pamela en el mundo de la ciencia y desde ese momento, quedó enamorada de la disciplina. Tiempo después, la empresaria entró a la universidad y decidió estudiar ciencias marinas durante 4 años. Entusiasmada con sus estudios, ella continuó profesionalizándose con un posgrado en la Universidad de Kioto, Japón.
“Yo primero trabajé en la universidad y muchos inversores llegaron por mis proyectos de investigación que tenían un alto impacto. Me ofrecieron hacer una empresa y ahí conocí lo que es ser un emprendedor. Yo nunca pensé que sería emprendedora, yo era científica”, contó Chávez.
Cuando volvió a Chile, ella notó un problema que buscó solucionar. “Si vas a una faena minera, te encontrás con polvo en todas partes y si se levanta con el viento, termina llegando a las comunidades, molesta en los procesos industriales y afecta a la respiración de la población”, detalló la empresaria.
Como consecuencia, Pamela desarrolló su emprendimiento en base a una bacteria con tecnología Bioseal, la cual produce un cemento cuando entra en contacto con el material particulado. Antes de la aplicación del producto, el polvo es altamente volátil. Sin embargo, 24 horas después del riego, el material queda inmovilizado por hasta 1 año incluso con vientos de 70 km por hora. “El 1% es genialidad y el 99% es trabajo”, agregó.
Actualmente, Aguamarina Minería mitiga un 80% del polvo producido por las excavaciones, ahorra el 50% del agua usada para riego y evita accidentes en el trabajo gracias a la adhesión que brinda el producto a las rampas mineras.
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