En los últimos años, un nuevo paradigma en la economía tomó un lugar protagónico en el escenario mundial: el de la economía del conocimiento. En este modelo, las empresas que están a la vanguardia de la innovación y del desarrollo no logran este lugar por los productos físicos que elaboran, sino por el conocimiento (en forma de activos intangibles como las ideas y el capital humano o intelectual de sus recursos) que detentan.
La importancia que ha ganado el conocimiento abre una puerta y, a su vez, un desafío para Argentina: la posibilidad de insertarse –a partir de la fuerza de las ideas y el valor agregado– en los mercados mundiales. En un país con un campo creativo activo, y una larga tradición en la exportación de talento, la industria del entretenimiento se propone como un ámbito clave en este aspecto.
En este escenario, algunos casos se destacan por su exitosa trayectoria, tanto nacional como internacional, con producciones que se caracterizan por el talento, la creatividad y el knowhow que tienen detrás. Ozono Producciones, empresa dedicada a la producción de espectáculos musicales, teatrales y televisivos, tiene en su portfolio la puesta en escena de espectáculos como Fuerza Bruta o el show musical de Violetta; K&S Films, por su parte, es la productora detrás de títulos como Relatos Salvajes y El Clan, dos de las películas más exitosas del cine argentino en los últimos años.
“La creatividad es fundamental: que el show sea creativamente distinto a los otros shows es muy importante”, comenta Fernando Moya, fundador de Ozono y Emprendedor Endeavor, al explicar el valor diferencial de su empresa. “Pero también creo que la experiencia que tenemos es vital a la hora de producir, porque lo hacemos con un determinado nivel que permite que sea reconocido internacionalmente”, añade.
Matías Mosteirin, director de K&S Films, coincide en que encontrar una aproximación original a la ficción y a los proyectos es esencial. “Nosotros estamos permanentemente buscando contenidos, la idea o el disparador del que parte la historia. Uno de los grandes capitales de una productora es tener la capacidad de atraer talento”, asegura.
El capital humano de ambas compañías, sin embargo, se traduce en mucho más que el talento y la creatividad de los artistas o productores de contenido que trabajan con ellos. También juegan un rol innegable su experiencia en negociaciones, su conocimiento de los estándares de la industria a nivel internacional, su capacidad técnica y de gestión. “Hay muchas compañías en el mundo que saben que pueden buscar recursos humanos en Argentina, porque el trabajo tanto de producción como de realización es bueno y es alto”, remarca Moya. Esto facilita la posibilidad de insertarse en el mercado internacional tanto mediante la exportación de productos y recursos como atrayendo producciones al país. “Tenemos un campo creativo con una gran oportunidad de desarrollo, con mucho talento y eficacia en lo que respecta a generación de propiedad intelectual”, comenta Mosteirin. “Todo esto, bien orientado, puede dar excelentes resultados”, agrega.
El contexto, por otro lado, es más que positivo: “nunca antes como ahora -observa Mosteirin- las audiencias estuvieron tan preparadas y calificadas para consumir buenas historias de cualquier lugar del mundo”. “La idea de la diversidad es cada vez más atractiva”, advierte.
El desafío que queda, entonces, es fomentar esta situación: que esta industria logre una proyección internacional cada vez mayor, y genere empleos sustentables y de calidad. Según Moya, para lograrlo es fundamental cuidar y nutrir el trabajo inicial. “Sin el trabajo inicial no hay nada. El Estado debe utilizar todas las vías que tiene para que dentro del ámbito cultural argentino se puedan desarrollar nuevos talentos”, señala. “Pero también hay que encontrar más gente emprendedora, que se anime a meterse en estos proyectos”.
Mosteirin, por su parte, cree que es necesaria una articulación más compleja y dinámica entre los organismos del Estado para el desarrollo del negocio audiovisual. “Tienen que volcarse hacia el sector para conocer cuáles son las herramientas que hacen falta”, sostiene. En un mundo en el que conocimiento es la base de la economía, ser competitivo es posible; generar las bases para este crecimiento, sin embargo, es indispensable.